LA HISTORIA CLINICA DE UN FRAY


Eran las 4:30am del día Viernes 8 de Marzo del 2013, aquel día se convertiría en el alfa de esta historia que me permito relatar para desahogar la dicha y el gozo que siento hoy por la vida.

A esas horas de la madrugada en la habitación del Convento Santo Domingo de la ciudad de Ambato, reposaba en mi sueño nocturno, de pronto y repentinamente me desperté apresuradamente porque sentía como mi nariz y boca se llenaban de líquido, sin pensarlo dos veces fui al baño y para mi sorpresa era una hemorragia de sangre que emanaba de mis fosas nasales y por mi garganta, la desesperación me invadía por que no podía frenar la hemorragia, sin embargo le pedí tranquilidad a Dios y me la concedió, fui a tocar la puerta de mi hermano Fabián para que me acompañe a la Clínica más cercana, también le informamos al Fr. Armando superior del Convento de mi emergencia y no dudó en darnos el dinero para ir de inmediato a la Clínica Tungurahua , ubicada gracias a Dios atrás de nuestra Iglesia, como si la hubiera instalado ahí para el cuidado de la salud corporal de sus discípulos Dominicos.

Luego del chequeo médico, la revisión de la presión, todo estaba normal, no tenía fiebre, ni dolor alguno, la hemorragia había parado lo que me tranquilizó y la doctora le atribuía todo a la fuerza de la gripe, solamente era sangrado nasal, y debido a que me tapaba la nariz, la sangre buscaba su desfogue por la boca, sin embargo debía regresar a las 9:00am para realizarme una radiografía de los pulmones, se presumía que era una bronquitis.

Después de realizarme la radiografía, la respuesta fue esta:

HALLAZGOS:

El Estudio practicado demuestra silueta cardiovascular dentro de límites normales.

El parénquima pulmonar está libre de infiltrados y su vascularidad se considera normal.

Ángulos costo y cardifrénicos libres.


La doctora me aconsejó guardar reposo y que poco a poco la hemorragia iba a desaparecer.

Confiado de la profesional en la medicina, compré los medicamentos recetados y regresé al Convento junto con Juan Carlos el hermano enfermero de los Postulantes, un poco más tranquilo.

Eran las 7:00pm y el sangrado era frecuente y asiduo, cosa que me preocupó, el Fray Armando viendo mi situación decidió que viajemos a Quito la clínica Pasteur de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Sena.

Después de haber roto el record en tiempo de viaje de Ambato a Quito, tardamos solamente 1hora y 30 minutos, tramo que dura normalmente como mínimo 2 horas viajando a 100kmxh

No podía darme cuenta a qué velocidad viajábamos por que iba recostado sobre el asiento del acompañante del conductor, mirando las nubes que pasaban, le comentaba al Fray que parecía iba volando en avión, también nos acompañó Edson un amigo de la Comunidad, que con su música alegre amenizaba el viaje olvidándonos por un momento de la emergencia que estábamos viviendo, Fray Armando bromeaba diciéndome que si veía un túnel con una fuerte luz, aún no entrara.

Al llegar a la Clínica Pasteur de Quito entramos a la sala de emergencias y debíamos esperar nuestro turno, pero gracias a la oportuna intervención de Fr. Fabio que con una llamada a la Madre Superiora de la Clínica nos atendieron de inmediato, me colocaron un tapón en la nariz para parar la sangre y me recomendaron guardar reposo y eso era todo. Cuando nos disponíamos a cancelar la consulta, el sangrado volvió a su cauce por la boca al no encontrar salida por la fosa nasal.

El doctor me volvió a revisar, me sacó el tapón y me colocó otro pero más profundo en el mismo lugar, era tan profundo que lo sentía también en la garganta, lo que hizo que tosiera al introducirlo y me impidió la respiración, por lo que ahora estaba destinado a llenar mis pulmones de aire solo mediante la boca.

Decidieron hospitalizarme hasta que llegue el doctor especialista, en este caso era un Otorrinolaringólogo quien debía cauterizar el origen de la fisura en algún vaso sanguíneo.

Alrededor de la 01:00am del día sábado ingresé a una habitación en la clínica, Fr. Armando y Edson regresaron al Convento y me dejaron con la atención del doctor interno y las enfermeras , acostado en una cama, sin poder respirar bien, y con el sangrado que no renunciaba a parar, tenía que constantemente reclinarme para escupir sangre, y otras veces la tragaba, ya que la nariz la tenía totalmente taponada, además me cambiaban la gasa del tapón cada hora, ni ese inmenso tapón que tenía era capaz de calmar la sangre.

Toda la madrugada de aquel día fue interminable, nunca he visto andar a un reloj tan lento, hasta me parecía que no estaba funcionando correctamente. El doctor que me atendería llegaba a las 8:00am la angustia y ansiedad me invadía, pero frente a mi posaba un cuadro precioso, igual al que me acompañaba todos los días en mi habitación de mi casa en Durán, era la Virgen Dolorosa, al verla aliviaba mi dolor, y me pareció verla pestañar por una vez, aunque esto lo atribuyo más a los analgésicos, a los medicamentos, el cansancio físico y mi ilusión óptica. Todo el dolor y la molestia que sentía se lo ponía a sus pies, para que se los lleve a Jesús, se lo ofrecía como reparación de mis pecados y los pecados del mundo entero.
Recordaba constantemente la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, mi sufrimiento no era ni una milésima parte de todo el atroz sufrimiento de Jesús Crucificado.

Toda la sangre que había perdido por la hemorragia habrán llegado máximo a dos pintas, por lo que veía el color de mi piel un tono amarillento, pero Jesucristo no perdió una pinta, ni dos, ni tres, ni cuatro sino toda su preciosísima sangre derramada por toda aquella avenida camino al Gólgota y sobre la cruz.
Mis ojos se me cerraban, no del sueño, porque no pude dormir, sino del dolor, y me lagrimeaban por tener totalmente tapada la nariz.

Amanecía el día y era esperanzador, miraba por la ventana la libertad de las nubes que se movían sin rumbo fijo a expensas a donde las llevara el viento y parecía volar con ellas, pero la realidad era totalmente diferente, estaba postrado en una cama de un cuarto de una clínica esperando ser atendido.

Llegó el alba y con ella llegaron visitas, la Madre Noemí Superiora de la Clínica me saludaba y me daba ánimos a que tenga paciencia a la llegada del doctor, también entró otras hermanas Dominicas para recordarme que toda los Dominicos permanecían conmigo mediante la oración.

La ayuda de las enfermeras también fue muy consoladora, porque no podía valerme por mi mismo, ni para pararme, que hermoso trabajo es el de una enfermera que está entregada a ayudar y servir al enfermo que necesita de una mano; decía San Agustín ‘’cuando necesites una mano recuerda que yo tengo dos’’. Es precisamente eso la bella tarea de una enfermera.

Llegó la hora tan esperada y el doctor de turno me informó que necesitaban ingresarme a un quirófano para una cirugía, además me tenían que colocar anestesia general, eso hizo que piense en mis padres inmediatamente, que hasta ese momento no les había avisado nada para no preocuparlos, así que el doctor llamó a mi madre a darle la noticia, que de seguro como era de esperarse preocuparía a toda la familia.

Para anestesiarme totalmente, me retiraron mi pulsera que dice: VEN A CAMINAR CON DOMINGO DE GUZMAN además tienen el escudo de la Orden de Predicadores y también la frase de Santo Domingo ‘’Hablar con Dios y de Dios’’ me despojaron también de mi cadena y medalla de consagración a Jesús por medio de la Virgen María y de mi Santo Rosario por lo que me sentí totalmente desnudo y desprotegido, solo me quedaba la confianza en Jesús.

Llegó el doctor anestesiólogo y me daba cierta gracia que me llamaba Padrecito (el pensaba que yo era sacerdote) pero como casi yo no podía hablar, no lo corregí, además lo confieso, me gustaba que me llame así. Lo que si no me causo ninguna gracia, sino todo lo contrario me asusté, fue cuando me dijo: Padrecito vamos a dormirlo totalmente, yo voy a poner un liquido amargo en su boca y necesito que lo trague, si lo arroja se le puede venir toda la sangre que ha tragado y que está en su estómago y podría ingresar a los pulmones lo que ocasionaría un serio y gravísimo problema, que podría ocasionar hasta la muerte.

Fui trasladado al quirófano con esa tensión de pensar que podría pasar, en mi mente estaba Dios y le repetía constantemente que se haga su voluntad, aunque no quería despedirme aún así de este mundo terrenal, sentía que mi misión recién empezaba en la vida religiosa, y se me venían a la mente pensamientos de cómo será la vida en presencia del Señor, pero también que pasaría si no fuera aceptado en el reino de los cielos, adónde iría?

Al momento que el doctor puso el líquido amargo sólo lo tragué y no recuerdo más hasta que desperté de la anestesia, quise abrir los ojos pero casi no podía, intenté balbucear unas palabras, me tranquilicé unos minutos y después dije: ¿ya han terminado conmigo? A lo que una enfermera respondió: Si ya terminó la cirugía, ya lo vamos a llevar a su habitación.

A medida que regresaba de vuelta a mi cuarto de la Clínica el dolor de mi nariz aumentaba, me retorcía del dolor y sentía una sed insaciable que me consumía y es que claro, tenía tapada la nariz, solo respiraba con la boca, lo que hizo que se me secara totalmente la garganta. Dos horas duró la operación, eran para ese entonces las 11:00am

La sed que sentía la comparaba con la de nuestro Señor que en la cruz exclamó ‘’tengo sed’’ y le dieron vinagre. El Señor en cambio hizo todo lo contrario conmigo, envió a una monjita para darme aliento, que esté tranquilo, que el dolor iba a pasar y la sed tenía que aguantarla durante dos horas más, ya que si tomaba agua podía vomitar y eso empeoraría todo, esas dos horas para mí fue una eternidad, ni saliva tenía para tragar, era realmente insoportable, pero he aquí que la monjita se apiadó de mí y me dio a probar unas gotas del líquido vital que aliviaron mi sed angustiosa al menos unos segundos, sólo me quedó pedirle al Señor paciencia como la que él tuvo cuando en la cruz los soldados le daban aquel vinagre.

‘’Después de esto sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: <<Tengo sed.>> Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: <<Todo está cumplido.>> E inclinando la cabeza entregó el espíritu.’’ (Evangelio Según San Juan 19:28,30)

Pasadas las dos horas probé un sorbo de agua y me pareció tan deliciosa como si hubiese bebido del mismo manantial de Gracia de nuestro Señor.

Pasado el medio día, recibí la visita de Edson, de Cesar un hermano del Postulantado y de Fr. Yonfarid que me reanimaron un poco con sus comentarios y bromas, yo tenía la cara hinchada y sobre los ojos me colocaron algo parecido a un antifaz con un gel bien frío para rebajar la hinchazón, mis hermanos en son de broma me decían que parecía aquel súper héroe Linterna Verde, hasta una foto tengo de recuerdo.
Cuando tuvieron que regresar al Convento de Ambato recaí un poco nuevamente, no sé si por la soledad o por el proceso mismo pos operatorio, hablé con Fr. Fabio y me enteré que mis papás viajaban a verme, eso me alentó, pero habían pasado tres horas desde que habían salido de Guayaquil a Quito en vuelo directo, por lo que me preocupé, llamé a mis hermanos, casi no podía hablar pero me hice entender. En la noche llegaron mis papas y la demora había sido por un trancón en el tramo del aeropuerto a la clínica. Con mis papás ya era un alivio más porque tenía que estar llamando a las enfermeras a cada rato por cualquier cosa.

A pesar de estar con mis papás el dolor continuaba, los ojos me lloraban por la congestión nasal, de vez en cuando escupía sangre y la preocupación de saber si el vaso cauterizado no se había vuelto a romper rondaba en mi mente y en las de mis papás.

Las visitas constantes de la monjita Dominica favorecía a mi recuperación, ella me daba palabras de vida.

Aquella noche también la pase en vela, votando sangre, tomando agua, tosiendo, con dolor de garganta y sin poder dormir.

El día Domingo en la mañana esperábamos ansiosos la llegada del doctor que me operó, para que me diagnosticara el resultado de la operación y si me podría dar el alta, aunque lo dudaba mucho por mi estado de salud de momento.

Aquel día domingo, día del Señor, llevaron a Jesucristo Eucaristía a mi habitación, comulgué y mi alma se veía más alimentada con el cuerpo y la Sangre de Cristo, más alimentada que mi cuerpo que apenas y podía comer y solo se nutría de suero y medicamentos que entraban por la vena de mi mano.

Ya en la tarde encendí la T.V. para ver ganar a mi equipo el Barce, a los tiempos ganaba y eso sumó para la mejoría de mi estado de ánimo.

Esa noche ya pude dormir por momentos, aunque las molestias persistían.

El día Lunes después de de tomar una ducha, me sentí más reanimado, el apoyo de mis padres en especial de mi madre, la visita también de Jorge Luis hermano postulante, con sus bromas interminables me pusieron de pié y pude salir de aquella clínica, agradecido con el personal, con Dios y con una sonrisa de haber experimentado por primera vez lo que es dormir en un hospital con dolores, ofreciéndolos claro está a nuestro Señor que en su infinita misericordia los reciba para la conversión de los pecadores y especialmente de los que se encuentran lejos de El, para que El los mire con ojos de bondad y como a Pablo se les aparezca para quitarles de su ceguera y puedan ver la luz de donde nace la verdadera felicidad.

‘’Sucedió que, que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le envolvió una luz venida del cielo, cayó a tierra y oyó una voz que le decía: <<Saúl, Saúl, ¿Por qué me persigues?>> El le preguntó: <<¿Quién eres, Señor?>> Y él: <<Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y te dirán lo que debes hacer.>> (Hechos de los Apóstoles 9: 3,6)

Después de volver a ver la ciudad, los carros, el sol, la gente, cogimos un taxi camino al Convento de Santo Domingo en Quito para guardar descanso medico, durante el trayecto iba valorando cada minuto de libertad, de poder ver la naturaleza, los parques, la gente caminar, que la cotidianidad de la vida no nos permite ver.
Esa noche del Lunes ya pude dormir un poco más, aunque persistía la molestia de la nariz, que aún la tenía tapada y el dolor de garganta que me hacía toser.
El Martes viajamos a la consulta con el médico tratante, para que me retirasen, por fin el tapón de mi nariz. El alivio que sentí cuando lo retiró fue como un suspiro de vida al volver a sentir el aire puro y casto entrar por mis fosas nasales hacia los pulmones.

Que gran experiencia es estar internado en una clínica donde uno llega a valorar cada segundo la vida, en cada respiración, ahora si que siento una tremenda caridad para con los enfermos y estarán presente siempre en mis oraciones.

Si tienes la dicha de pasar por una clínica recuerda que antes de ti, nuestro Señor Jesucristo, visitó la ‘’clínica’’ del Calvario, no en una cama o camilla, sino sobre una cruz, no acostado, sino de pié, no lo ayudaban ni lo atendían enfermeros, sino lo maltrataban los soldados, no era consolado por nadie, al contrario era burlado y escupido, nadie limpiaba sus heridas, sino que las acrecentaban más y más. Junto a El solo permanecieron su Madre, la hermana de su Madre María esposa de Clopás, María Magdalena y el discípulo que más amaba.

‘’Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre, la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien más amaba’’. (Evangelio Según San Juan 19: 25,26)

Recuerda como a María una espada de dolor atravesó su corazón al ver a su hijo que moría por amor a nosotros, sin embargo a los pies del madero se quedó.

El sufrimiento no es un castigo, sino una bendición del Señor que nos permite sentir en algo lo que El sufrió en su pasión y poder ofrecérselo.

Gracias Señor Jesús por el sufrimiento y muchas gracias aún más por el regalo de vivir para ti.

Te amo Jesús crucificado y te amo más mi Jesús resucitado, esplendor de vida incomparable.

Al siguiente día, era Miércoles, viajé para mi hogar, el Convento de Santo Domingo en Ambato, la alegría me invadía, me sentía como nuevo y en casa, almorcé e inmediatamente después vimos la noticia mundial de ¡ABEMUS PAPAM! La alegría era completa, resonaron las campanas del Convento al igual que las de la Santa Sede en Roma, el humo blanco había salido, y no era del volcán Tungurahua sino era un signo de que la IGLESIA CATOLICA CONTABA CON UN NUEVO PONTIFICE Y ESTA VEZ LATINOAMERICANO, EL PAPA FRANCISCO Jorge Mario Bergoglio religioso Jesuita, de nacionalidad Argentina, que más alegría le podría pedir al Señor en esta vida.

Queda clarísimo que cuando uno ofrece un dolor o sufrimiento en los pies de María ella corre apresuradamente a llevarlos a Jesús quien no le niega ningún favor a su Madre.

Que viva Cristo, que viva María, que viva San José, que viva la Orden de Predicadores y Dominicas, que viva la Iglesia de Cristo y que viva el Papa.

Nada para mi…., todo para Ti. (Amén)
Fr. Ronald Andrade

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