Por qué un año de la Fe?


Por: Walter Moya (mentalizador de la campaña de oración "Ecuador ponte once"
Síguelo en twitter: @ecuadorponte11

¿Por qué un año de la fe? Tú que formas parte de la Iglesia, estás llamado a vivir esta virtud que encamina hacia la verdadera felicidad, es necesario fortalecer nuestra fe porque de ella depende la convicción natural de creer. La fe es la certeza de creer en lo invisible, de creer en algo que no veo.

Además de aquella convicción natural que no puedo ver, lo que realmente hace de la fe algo magnánimo es que la fe es un acto que trasciende mi vida entera.

Lo que implica un acto de fe pues no sólo es creer en algo que no vemos; sino creer en alguien a quien no podemos ver pero que sin duda alguna podemos escuchar y esto se suscita siempre y cuando nuestro corazón esté dispuesto a dejarse amar por Dios.

La fe es un don que Dios nos ha otorgado a cada uno de nosotros que Él mismo lo ha sembrado en nuestra vida y ha existido desde siempre dentro de nosotros, por tanto es algo natural e innato del ser humano.

Pero ¿Cuánta diferencia existe en creer en Dios y creerle a Dios y cuán grande es esta diferencia, ya que esto es un factor común entre nosotros decir “Creemos en Dios” sin embargo vivimos como si no existiera. Y cuando esto sucede que vacío se torna creer en Dios, pues nada de lo que vivo responde para lo que fuimos creados.

Varias veces me he preguntado ¿cuantas personas están a tu lado? ¿Cuántas vidas conoces? ¿Qué condiciones y estados de vida tienen? Mira a tu alrededor nuevamente, ¿porque todos tan angustiados?, ¿Porque todos tan apresurados?, ¿Que están buscando? El mundo entero busca su felicidad y no deja de buscarla ningún día, no dejan de luchar por conseguirla. De fondo, existe algo que mueve al Ser humano y es la esperanza de un porvenir mejor. Este por venir que llamamos cielo, que solo es capaz de descubrirse ante los corazones llenos de fe.

Dios se vale de toda ocasión para mostrarnos su amor, incluso en el sufrimiento donde verdaderamente nacen los ojos de la fe. Es en esa fragilidad incontenible y en ese gran dolor donde no existe nada más que confiar en Dios y brotan los primeros reflejos de la fe. En momentos de adversidad muy a menudo suele suceder esto, pero no es justo pedir auxilios tempestivos que suscitan a causa de emociones vacías y equivocas.

Debemos aprovechar este año para fortalecer la fe como virtud que se mantenga viva y ardorosa en nuestra vida en todo momento.


La fe muere si no la alimento y para esto es importante la oración, la formación y mantener vivos mis sueños, cuando dejamos de soñar nos envejecemos, perdemos incluso todo sentido y propósito, nos robotizamos y nos dedicamos a cumplir y dejamos de vivir.

Es una hermosa oportunidad de cambiar nuestra mente y transformar nuestra fe, ver al mundo de modo diferente, con una mirada esperanzadora, soñar con cambiar el mundo, anhelar encontrar la mirada de Dios.

La Eucaristía que es el sacramento de nuestra fe nos actualiza la sobreabundancia del amor de Cristo por nosotros, y nos recuerda “sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". Mt (28,20)
Empecemos pues, a creer en Dios y a creerle a Dios viviendo con una fe ardorosa que no dependa de emociones sino que dependa de aquella convicción natural que sólo se alimenta con amor y mirando en todo momento a Dios.

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