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Dentro de las actividades que el Observatorio Católico busca incentivar y promover están la participación de jóvenes y adultos en actividades como voluntarios para brindar apoyo y promulgar las creencias de la Iglesia Católica a quienes afrontan situaciones de extrema pobreza, maltrato o abandono. Por ello, el 18 de enero de enero se realizó la primera visita al Hogar de Niños Inés Chambers.

 Durante la jornada, 24 voluntarios se encargaron de inculcar a los más pequeños sobre la oración, así como también se motivó el desarrollo de su creatividad a través de juegos didácticos, interpretación de canciones y otras actividades que buscaban educar a los niños y pre-adolescentes que reciben atención y cuidado en dicho centro. Además se contó con la ayuda de quienes laboran en dicha institución para desarrollar las actividades que se llevaron a cabo junto con los infantes durante el evento.

Sin duda, las situaciones difíciles que los pequeños afrontan son visibles al mostrar características como excesivo apego a quien apenas conocen, irritabilidad o en casos especiales: violencia. Es imposible observar una realidad como esta y no considerarnos como posibles vínculos para estos pequeños hacia otro tipo de emociones y experiencias más positivas que les permitan de cierta manera percibir que hay más en la vida que únicamente vivencias dolorosas o desapego por parte de sus familias.

Para Valentina Severino, el sentido de esta labor se encuentra inspirada por el deseo de servirle a Dios a través de obras de misericordia. Una idea que quizás debería inspirar a más personas a ofrecer mayor atención no solo a los niños huérfanos del Hogar de Niños Inés Chambers, sino también a los pequeños que en casa los esperan, luego de sus trabajos. De acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos en el 2006, la ausencia de la figura paterna en los hogares era del 61.44% y de las materna del 50,77%; continuamente escuchamos sobre jóvenes que se convierten en criminales o se vuelven adictos a diversas sustancias, sin embargo, quizás, el mayor problema radica en que quienes deben guiarlos no están donde más se los necesita.

  Valentina señala en su relato que trabajó con los niños de 9 a 12 años, y la experiencia le hizo sentir un enorme deseo de compartir más tiempo con los pequeños. “Ver como corrían para pedirme un abrazo es como sentir el abrazo y el agradecimiento de Dios. Siento ansías de regresar al hogar y volver a jugar con mis niños“.

 Por otra parte, Víctor Olvera, sintió una atracción especial por la agrupación, debido a que el proceso fue directo y preciso, no hubo “enamoramientos ni frases comunes”, sino que las acciones se llevaban a cabo. Su experiencia con los pequeños fue más un descubrimiento sobre una realidad distinta.“Creo que lo que más me impactó fue ver el rostro de chicos, no buscando cambios para mejorar, sino como si todo lo que ellos habían pasado fuese correcto o normal. Aunque los cambios se hacen poco a poco, el grupo está empeñado en realizarlos. Mi testimonio es el movimiento que tiene este grupo, algo que a muchos cristianos nos falta, ser verbos y no sujetos ni predicados; dejar de quejarnos y empezar a ser funcionales. Plantear soluciones, en vez de buscar culpables, creo que el Movimiento ‘Voluntarios por la Vida‘ tiene ese objetivo trazado”. 


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