En este día del amor y de la amistad quiero hacer una invitación a arriesgar y jugársela por lo que más anhela el corazón: el amor. “Pero AMOR con ¡mayúscula! Es decir, en todo momento y para toda la vida.” Es necesario retomar lo importante, aquello que va oculto en los detalles. El amor es el mayor acto de generosidad.
Muchos jóvenes empezamos conociendo una chica o un chico, nos ilusionamos. Esa etapa es la más sublime por todo lo que genera. Tan pronto como dejamos de lado el temor a fracasar y decidimos empezar una relación, nos damos cuenta, que esta ilusión se acrecienta con los meses hasta que llega un punto en el cual ya no hay retorno.
El
cortejo previo es el mejor campo de entrenamiento para un noviazgo sano y a su
vez un noviazgo maduro es el mejor entrenamiento para un matrimonio feliz. Se preguntarán por qué uso estos términos: sanos, maduros.
La
respuesta es muy simple: todos
aquellos que sentimos el llamado a la
vocación del matrimonio tenemos que ser conscientes
que cada experiencia que tengamos en una relación nos construye y nos prepara
para el matrimonio.
Basta con tan sólo observar aquellos enamorados que no tuvieron una relación sana
y estuvieron envueltos en problemas, discusiones, infidelidades o usos y abusos
de la otra persona, para observar que guardan un temor de entregarse plenamente
al ser amado. Sanar esas heridas solo pueden ser obras de un amor profundo.
Tu puedes ayudar a sanar heridas, solo debes amar, es decir, buscar la
felicidad de la otra persona, a cualquier costo.
En
la adolescencia es cuando más heridas tenemos. Cuando logramos pasar esta
etapa. Y ubicamos nuestro amor en una etapa más madura, nuestro enamoramiento
va evolucionando como aquella oruga que entra en un capullo con la certeza de
que luego de un tiempo desplegará
sus alas para volar libremente.
De igual manera tiene que
ser el noviazgo: una etapa en la que debemos marcar nuestros límites, vivir con los pies en
la tierra y con la cabeza en el futuro. Pensando seriamente si la otra persona
persigue tus aspiraciones mas íntimas
y con esto no me refiero a sólo el
confort, el dinero, una profesión, sino que comparta tus valores, ideales y te
ame tanto, que se apoyen a construir sus sueños.
En
esta etapa ya no se trata de qué bien esa persona me hace a mí, sino de qué
bien yo le hago a esa persona; es un ejercicio de donarse al otro y vivir ese sentirse
amado por la otra persona sin importar los defectos. Y en esta dinámica de amor
los noviazgos, al igual que la oruga, deben
protegerse y poner todos los medios para eliminar aquellas falsas
seguridades que les creen una ilusión de
la experiencia y ataduras innecesarias sobretodo en aquellas basadas en el uso
físico del otro y las relaciones prematrimoniales.
En
este etapa que es la preliminar al matrimonio, así como aquella oruga antes de
ser mariposa debe revestirse, los noviazgos deben buscar crecer en virtudes en
miras a preparase cada vez más para la gran decisión y opción de compartir toda
la vida juntos conformando un matrimonio flexible a las diferencias, cambios de
comportamiento, formas de pensar y de ver el mundo, que se dan en la
convivencia. Y recuerda que no hay enamoramiento sano y con camino seguro si no
se entrena y se educa a los ojos de Dios, porque en la caridad al prójimo, el
perdón y los actos de misericordia y piedad se enriquecen las relaciones y
perdura lo que el Señor considere necesario para nuestro bien.”
En tal caso si
amas no dejes de hacerlo con amor y ternura, porque la combinación de ambos te ayudarán a
conocer y conocerte a ti mismo, dándote así la clave para poder cultivar ese
cariño que sientes por la otra persona día a día.
Y si aún no
sabes por dónde empezar, siempre es bueno comenzar con las preguntas de rigor: ¿Qué
tipo de chica quiero? ¿Realmente Espíritu Santo qué tipo de chica necesito? ¿Y
qué tipo de chico soy para merecer algo así?
Si logras
contestar esto sigue el consejo de San Agustín: Pídele al Señor como si todo
dependiese de Él y actúa con ella como si todo dependiese de ti.
Michael Manzurde Jóvenes Por la Vida
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