Padre Hasbun de Chile
En el Antiguo Testamento las preferencias divinas se concentraban en los
huérfanos, las viudas y los forasteros sin hogar. Es la lógica de los polos
opuestos: la extrema miseria atrae como un imán la extrema misericordia. Cristo
ampliará el horizonte, marcando predilección por los que sufren hambre y sed,
desnudez, carencia de techo, enfermedad, privación de libertad y de honor: son
viva y real presencia de El mismo, y por eso el respeto y amor que se les
prodigue tienen, como recompensa, vida eterna.
Esposa de Jesucristo, la Iglesia ha hecho suya
esta franca predilección por las vidas mínimas, vidas desamparadas, vidas
desechadas como inútiles. Los niños huérfanos y los indigentes con hambre y sin
techo tienen Hogar de Cristo. Los enfermos saben que hay comunidades religiosas (Camilianos, Hospitalarios de San Juan de Dios) fundadas para servirlos como al mismo Cristo. Desde que Cristo tocó y sanó a diez leprosos, quienes padecen de este mal han contado con sacerdotes y religiosas que viven con ellos y más de una vez mueren de lo mismo que ellos. La Madre Teresa y sus hijas salen a las periferias de la marginalidad humana para abrazar a los “intocables” y hacerles sentir que son incondicionalmente amados. Reclaman, también, a las gestantes tentadas de abortar: “¡No los maten, nosotras cuidaremos a sus hijos!”.
Son las primeras en abrir casas que acogen a los enfermos de SIDA, como primero es el sacerdote Baldo Santi en ofrecerles respeto, misericordia y hogar en Chile. Los Padres Trinitarios y Mercedarios se fundan para liberar a los cautivos de guerra, no sólo pagando su precio de rescate, sino ofreciéndose ellos mismos a ocupar su lugar. Durante siglos visitan las cárceles, recordando que Cristo estuvo preso y vive en los que están presos.
Innumerables comunidades y personas de la Iglesia se consagran a educar y amar a los hijos de quienes no saben o no pueden transmitirles valores ni abrazarlos con afecto. Donde hay opresión, explotación, discriminación, la primera voz que se escucha es la de la Iglesia. Con frecuencia, la única. Cuando soplan vientos de guerra, la primera iniciativa de paz surge de la Iglesia, gran gestora de treguas divinas y mediaciones que exorcizan el demonio de la devastación fratricida.
Devota y heredera de la Cruz, la Iglesia permanece como María de
pie junto al que expira. No lo abandona a su suerte. Le hace sentir que valió
la pena vivir y sufrir, porque alguien lo amó hasta el extremo. Para la Iglesia
no hay vidas ni sufrimientos inútiles. En el Universo, hasta la basura es
fuente de energía.
El Parlamento belga piensa otra cosa. Acaba de
aprobar la eutanasia infantil. Sus menores podrán “optar”, con “autorización”
de sus padres, a eliminar sus vidas “inútiles”. La ONU-Niños censura acremente
a la Iglesia. Esto es demencial.
Firma por favor: http://www.citizengo.org/es/4170-majestad-por-favor-no-firme?sid=Mjk3Nzk1NTUyODQ1NjE2
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