6.- Experimento de Rosenhan
El experimento de Rosenhan fue una prueba sobre la validez del diagnóstico
psiquiátrico que llevó a cabo el psicólogo
David Rosenhan en 1972.
El estudio de Rosenhan
consistió en dos partes. La primera usó a colaboradores sanos o "pseudopacientes",
quienes simularon alucinaciones sonoras en un intento de obtener la admisión en
12 hospitales psiquiátricos de cinco estados de los Estados Unidos. La segunda
parte consistía en pedir al personal del hospital psiquiátrico que detectara a pacientes
"falsos". En el primer caso, el personal del centro sólo detectó a un
pseudopaciente, mientras que en el segundo el personal detectó un gran número
de pacientes reales como impostores. El estudio está considerado como una
importante e influyente crítica a la diagnosis psiquiátrica.
El estudio concluyó:
"Parece claro que no podemos distinguir al sano del loco en los
manicomios" y también ilustró los peligros de la despersonalización y
etiquetaje en las instituciones psiquiátricas. Se sugirió que el uso de
instalaciones comunitarias para la salud mental que se preocuparan de problemas
específicos más que de asuntos psiquiátricos podía ser una solución y recomendó
educar a los trabajadores para hacerles más conscientes de la psicología social
implícita en esas instalaciones.
7.- Experimento de Sherif
Los experimentos llevados a
cabo por Muzafer Sherif (1935) tratan de
los efectos de los juicios de los otros en grupo sobre los juicios y opiniones
de cada individuo. Esto es, de la influencia del grupo sobre el pensamiento del
sujeto individual.
El experimento fue diseñado
para medir hasta qué punto un participante, al pedírsele que resolviera la
ubicación de un punto luminoso en un espacio, encontraría una respuesta
personal, que sostendría en el tiempo. Luego la modificaría cuando tuviese que
realizar la misma tarea con otros participantes; juntos llegarían a un
consenso. Lo más interesante es que luego, al volver a colocar al sujeto en
soledad, y repetir la experimentación, éste mantenía constancia con la
ubicación consensuada por el grupo, aunque hubiese sido diferente a su primera
apreciación individual.
El experimento demuestra no sólo que el sujeto individual está más
dispuesto a modificar sus percepciones bajo la influencia de un grupo, sino
también que tenderá a mantener una diferencia entre su percepción individual
inicial que tenderá más hacia la percepción grupal, aún separado de la
influencia del grupo.
8.- La tercera ola
El experimento se llevó a cabo en el Cubberley High School, un colegio de Palo Alto, California, durante la primera semana de abril de 1967. Jones, al no poder explicar a sus alumnos por qué los ciudadanos alemanes (especialmente los no judíos) permitieron que el Partido Nazi exterminara a millones de judíos y otros llamados "indeseables", decidió mostrárselo. Jones escribe que comenzó con cosas simples, como la disciplina en el salón de clases, y que logró convertir a su clase de historia en un grupo con un gran sentido de propósito.
Jones llamó al movimiento "La Tercera Ola", debido a la noción popular de que la tercera de una serie de olas en el mar es siempre la más fuerte, Al parecer, el experimento cobró vida propia, con alumnos de toda la escuela uniéndose a él.
A pesar de las implicaciones evidentes que este estudio ofrece sobre la maleabilidad mental del ser humano, tiene particular interés tanto para los psicólogos que pudieran desear comprenderlo y prevenirlo, como para aspirantes a dictadores que pudiesen intentar recrearlo, poco se ha hecho conocido sobre el asunto.
9.- Teoría de las ventanas rotas
En 1969,
en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un
experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle,
dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color..
Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.
Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.
Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas.
Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron.
En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto…….
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito.
Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto.
El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. ¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales.
Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling), desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.
Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.
Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Si se permiten actitudes violentas como algo normal en el desarrollo de los niños, el patròn de desarrollo serà de mayor violencia cuando estas personas sean adultas.
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.
La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.
Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de 'tolerancia cero'.
La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana.
El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.
La expresión 'tolerancia cero' suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad. No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía, de hecho, respecto de los abusos de autoridad debe también aplicarse la tolerancia cero. No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo.
Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.
10.- Ayudar
– el experimento del buen samaritano (1973)
Los psicólogos John Darley y C. Daniel
Batson quisieron probar si la religión
tiene algún efecto sobre el comportamiento de ayuda. Para ello, basaron su
investigación en tres hipótesis:
1. En la gente que piensa de forma
religiosa, a pesar de los pensamientos acerca de “ayudar” seguirán
sin ser más propensos que otros a ofrecer ayuda.
2. Las personas que tienen prisa serán
menos propensas a ofrecer ayuda a los demás.
3. Las personas que son religiosas por
lo que ganarán ellos serán menos propensas a ayudar que los que valoran la
religión por su propio valor o están buscando un sentido a la vida.
Para poner en marcha su investigación,
Darley y Batson reclutaron seminaristas para un estudio sobre la educación
religiosa. Primero se completaron cuestionarios de personalidad sobre su
religión (para ayudar a evaluar la hipótesis n º 3). Más tarde comenzaron los
procedimientos experimentales en un edificio y luego dijeron de ir a otro
edificio para continuar. Se varió el nivel de urgencia que se les dijo a los
sujetos antes de enviarlos al otro edificio, y la tarea que harían cuando
llegaran allí. Una tarea consistía en preparar una charla acerca de los
trabajos de seminario, y la otra sobre la historia del Buen Samaritano. En una
ocasión se le dijo al sujeto que llegaba tarde a la tarea siguiente.
Por el camino pasaron a un hombre
sentado desplomado en un portal, que se quejó y tosió dos veces mientras
pasaban por allí. Para medir los resultados, los científicos crearon una
“escala de ayuda”:
La cantidad de prisa inducida en el
sujeto tenía un efecto importante sobre el comportamiento de ayuda, pero la
variable tarea no tuvo un efecto significativo.
En general el 40% ofreció un poco de ayuda a la víctima. En situaciones de baja
prisa, el 63% ayudó, prisa media, el 45% y 10% quienes tenían mucha prisa.
No hubo correlación entre los “tipos religiosos” y el comportamiento de ayuda.
La
única variable que mostró algún efecto era “Religión como una misión”. De las
personas que ayudaron, los que veían la
religión como una misión eran menos propensos a ofrecer ayuda sustancial.
Sin embargo, un análisis posterior reveló que esto no puede ser ocasionado por
verdaderas diferencias religiosas.
Observatorio Católico
@votocatolicoec 2104
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