La Edad Media, fue la era de la Cristiandad, a menudo desvalorizada por quiénes no tienen idea su verdadero valor pero en este artículo intentaremos desvelar sus misterios.
Ciudades amuralladas, caballeros con su armadura, la majestuosidad de los reyes, castillos de piedra… oscuros y fríos, los artesanos, los mercaderes, los juglares, los señores feudales y sus vasallos... niños jugando y corriendo por las calles y las aldeanas con sus vestidos sencillos, trabajando, como siempre ha hecho la mujer desde el inicio del mundo.
En esta época, la organización temporal (política, social, económica, cultural) estaba basada 100% en los principios cristianos. El cristianismo había llegado a influir en todos los ámbitos de la vida del hombre y los había perneado por completo.
La vida cotidiana se desarrollaba alrededor de la catedral (la casa de Dios) que estaba siempre en el centro de las ciudades. Las catedrales fueron el centro del desarrollo del arte de aquella época: arquitectura, pintura, escultura, música (gregoriana)… todo giraba en torno a Dios. En las torres de las catedrales puede leerse la filosofía que reinaba… románicas, cuando la moda era Aristóteles y góticas, cuando Platón. En la nave central, el sagrario, custodiando a Nuestro Señor Eucaristía, siempre hacia el Oriente, donde nace el Sol.
La organización política en la Edad Media era hermosa. En esa época, ser gobernante no significaba tener más dinero o más poder, sino al contrario: ser gobernante significaba estar al servicio de los demás. El nombramiento de un Rey era un nombramiento divino, suponía una consagración ante Dios a una misión de servicio incondicional a su pueblo, limitándose su gobierno, por supuesto, al orden temporal de las cosas.
Es la Edad Media, la época de los Reyes Santos (que no tienen que ver con los Santos Reyes, los que fueron a visitar a Jesús en el pesebre). Éstos, fueron Reyes de verdad en la Europa medieval y fueron santos, verdaderamente santos: San Luis, rey de Francia; San Fernando, San Eduardo, Santa Margarita de Escocia… grandes hombres y mujeres que se entregaron por completo a su pueblo para lograr el bienestar, la armonía y la salvaguarda de la fe y de los mandamientos de Dios. Hombres y mujeres, cristianos convencidos, que eran admirados y queridos por todos sus súbditos por su sabiduría, su coherencia, su bondad, su cercanía, su valentía, su justicia y su magnanimidad.
Las relaciones laborales también tenían lo suyo de divino: los señores feudales y sus vasallos se juraban sobre la Biblia mutua fidelidad; protección, sustento y cuidado por parte del señor; defensa de su honra y de sus bienes y servicio incondicional, por parte del vasallo. Eran siervos, pero no esclavos y tan digno de respeto era el siervo como su señor.
En el orden social, los nombramientos que hacía el rey eran nombramientos para el servicio. Se vivía de manera natural la Justicia social cristiana. Las actividades económicas eran regidas por el precio justo, por la búsqueda del bien común; los mercaderes no eran usureros, sino servidores del pueblo. Se condenaba fuertemente la especulación y el lucro indebido. Se respetaba la propiedad privada. Cada uno tenía su lugar importante en la sociedad: los artesanos, maestros y aprendices, gozaban de gran aprecio y admiración, al igual que el campesino, el mercader, el cortesano y el aldeano.
En el orden doméstico, la familia estaba en el centro; los hijos se consideraban un don (el mayor de los dones) y por supuesto, el matrimonio era sacramental, fiel, fecundo e indisoluble, ante Dios y ante los hombres.
La literatura medieval estaba llenita de Dios… los cantares de gesta, las historias caballerescas; las leyendas, como las del Rey Arturo y del santo Grial, las fábulas… promotoras de las virtudes cristianas, los juglares, llenos de buen humor sano.
El orden militar existía para defender al Rey y sobre todo para defender la Fe del pueblo de los ataques musulmanes. Es la época de los caballeros… la Orden de Malta, los Caballeros Hospitalarios, los Templarios… todos… para defender la Fe cristiana y las cosas de Dios.
¿Y el pecado? ¿No existía el pecado en la Edad Media? Por supuesto que sí. En la Edad media, como ahora, hubo grandes pecadores… traicioneros, mentirosos, ladrones, egoístas, infieles, adúlteros y asesinos. El demonio no ha dejado de actuar en ningún momento de la historia del hombre.
La única diferencia es que en aquella época el orden temporal estaba regido por los criterios cristianos. Lo normal, lo natural, lo que estaba de moda, era ser un buen cristiano. Los otros… los pecadores, eran los raros y no presumían de sus pecados, sino que los ocultaban y la sociedad entera se avergonzaba de ellos. Ideas medievales… que tal vez deberíamos resucitar.
EL RENACIMIENTO. Rechazo, burla y menosprecio a la Edad Media.
Más que un avance en el desarrollo del hombre como ser humano, veo en el Renacimiento un retroceso… una vuelta al paganismo de la Antigüedad.
En fin… veamos qué sucedió en este tiempo de príncipes y doncellas, de lujosos aposentos, vestidos y carruajes, forrados de marfil y piedras preciosas:
A raíz de la invasión de los turcos, llegaron a Europa occidental muchas personas de oriente que trajeron consigo nuevas ideas y nuevas modas (telas y encajes traídos de oriente) y cientos de objetos atractivos (cajitas musicales, jarrones, tapetes) que empiezan a vender entre las personas del pueblo y hacen que surja una nueva clase social: la burguesía, con un encanto de “clase acomodada, culta y a la moda” que se siente muy superior a los demás.
La característica principal de esta clase burguesa, como todos los nuevos ricos, es el menosprecio por las otras personas: se burlan de la vida contemplativa de los monjes, menosprecian al artesano y al agricultor, ridiculizan a la caballería… todos ellos, dicen los burgueses, “se quedaron en la Edad Media”.
Para los burgueses ya no es importante estar bien con Dios, lo único importante es quedar bien con los hombres, verse bien, lucir bien ante los demás.
En la Edad media se construían casas para vivir, sillas para sentarse, mesas para comer, camas para dormir y vestidos para abrigarse. En el Renacimiento deja de importar la utilidad de las cosas, lo importante es que sean lujosas, llamativas y caras, aunque sean incómodas e inútiles. El hombre cambia el “tener cosas, para poder vivir de cara a Dios” por el “vivir, para poder tener cosas y lucirlas ante los hombres”
El pensamiento burgués empieza a influir a los gobernantes, que se olvidan del teocentrismo y cambian a ser “humanistas”; dejan de ver su puesto como un servicio a Dios y lo empiezan a ver como un servicio al desarrollo social del hombre (viendo al hombre como su propia persona, en primer lugar). La economía y la política también se vuelven terrenales, estando enfocadas ya no al bien común, sino a la mayor consecución de bienes palpables.
Tristemente, el encanto de la burguesía llega a influir también, a través de los Reyes, a los altos jerarcas de la Iglesia, quienes caen en errores graves de lujo y opulencia que, entre otras causas, dan pie a la siguiente etapa: La Reforma Protestante.
Fue así como aquella época de la historia no fue como nos quieren pintar oscurantista y retrasada, se trataba de que la Moral y la ética gobernaran en la vida de los hombres, si bien es cierto la Iglesia también sucumbió en esta época a malos elementos dentro de sus filas no podemos dejar de reconocer los meritos de los grandes santos que aparecieron durante la edad media, y el aporte cultural, científico, artístico que aporto la Iglesia en dicha época.
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