Tomado del Blog del padre Ernesto Arosemena: www.ernaro.blogspot.com.
Quiero esperar hasta que el Papa sea elegido para escribir –esta vez yo mismo– la tercera entrega de la “trilogía” sobre ese tema; así mato dos pájaros de un tiro y de una vez podré referirme al último tema escandaloso que le inventen al nuevo Romano Pontífice (porque sin duda habrá alguno).Por ahora, en cambio, me han entrado unas enormes ganas de expresar mi agradecimiento; y pienso que todos deberíamos estar agradecidos por los tiempos en que nos ha tocado vivir, porque son muy emocionantes realmente. Agradécele a Dios o, si no crees en Él, agradécele al destino, al Gran Arquitecto del Universo, a la Pacha Mama, al Monstruo de Espagueti Volador o a quien mejor te parezca, porque lo que estás experimentando ahora en tu vida es muy especial, y no lo estarías viviendo si hubieras nacido en otra generación.
Y no me refiero solamente a que hemos vivido en dos siglos y dos milenios diferentes, o a los grandes acontecimientos y personajes políticos, a la “Estrella 14”, a que Harry Potter hizo que la juventud vuelva a coger un libro, al iPad, al internet, a LeBron James, al iPad, al YouTube… No. Realmente me refiero a algo mucho más profundo y trascendente.
Tenemos la suerte de ser jóvenes en un tiempo en que la natural rebeldía juvenil es prácticamente un camino de salvación, lo que en otros tiempos no sucedía. Por ejemplo, en las pasadas generaciones los jóvenes expresaron su rebeldía promocionando el libertinaje sexual; hoy, en cambio, ser un “perro” o una “perra” es tan mainstream que aquel que decide vivir castamente es nada más y nada menos que un verdadero rebelde, miembro de una minoría discriminada, y ¡ay de él o ella por dar ejemplo de su virtud! ¡Eso es un escándalo! Serán tratados como escoria.
Las generaciones pasadas se rebelaban alcoholizándose o drogándose; hoy, en cambio, ser borracho y marihuanero es tan –¡pero tan!– cotidiano que el joven que se niega a beber o a tomar drogas es calificado con epítetos despectivos, tomado por bicho raro, es un verdadero incomprendido, y sin duda un auténtico rebelde.
Las generaciones pasadas se han rebelado muchas veces contra la religión y la moral, particularmente contra el cristianismo; hoy, por desgracia, lo más normal y socialmente aceptado es ser ateo, agnóstico, relativista, inmoral, etc., y la persona de principios firmes, el que defiende la fe y la moral, el que no se ha dejado llevar por este mundo supuestamente “tolerante”, el virtuoso y el que lucha por serlo: ese es el que se rebela realmente contra el mundo, ese es el que va contra la corriente predominante, ese es el “original” de nuestros tiempos.
Y puede resultar muy penoso caer en la cuenta de que el mundo ha acogido como norma común de vida –como algo ideal, normal y natural– los berrinches y pataletas de los jovencitos bochinchosos inmaduros de antaño; pero también es muy esperanzador y motivo de gran agradecimiento, porque la rebeldía que inevitablemente se despierta en la juventud llevará a las nuevas generaciones –y ha empezado ya por la nuestra– a rebelarse precisamente contra eso. Ya en nuestros días están surgiendo verdaderos “movimientos subversivos” que defienden pacíficamente la fe, la moral, la vida, la familia…; ya en nuestros días el supremo acto de desafío al mundo es hacerse sacerdote o monja; ya en nuestros días existen aquellos que, aunque los llamen locos e imprudentes, deciden casarse por la Iglesia, tener muchos hijos, vivir su fe a plenitud…
Sí, queridos lectores: el Papa dimitió por primera vez en seis siglos, los curas han vuelto a vestirse de cura, el Evangelio se esparce por las redes sociales y –como en las grandes épocas de la Iglesia– hay innumerables personas más que dispuestas a ser los nuevos mártires de la verdad. Son tiempos MUY interesantes, tiempos en los que se ve tangiblemente eso de que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Debemos siempre dar gracias, porque estos tiempos ya tienen su lugar asegurado en la historia de la humanidad, y me parece que serán recordados como una de esas “eras” consideradas “de oro”; como aquellas que estuvieron plagadas de persecuciones, pero también desbordadas de santos.
Dios les bendiga siempre.
P. Ernesto Arosemena
@ernaro
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